Hacedor del primerCoro de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH)) y un prodigio consagrado, murió la noche del lunes y será trasladado hoy martes 9 de enero a la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús para posteriormente darle cristiana sepultura en Jardín San Miguel Arcángel.
Una voz, un talento innato y una insaciable sed de conocimiento artístico y cultural, enmarcan la vida y legado, llena de proezas y hazañas, de este genio hondureño.
Carcamo Gálvez, un hombre afable y de rica conversación, nació el 16 de abril de 1922. Aunque es originario de la aldea El Zarzal, municipio de San Juan de Flores (Cantarranas), Francisco Morazán, su niñez la pasó en un modesto hogar en el caserío de Chandala.
A corta edad se dedicó a las faenas agrícolas, cultivando maíz y frijoles junto a su padre Florencio Cárcamo y su madre Paula Gálvez. Tras finalizar sus estudios iniciales, ingresó al Instituto Salesiano San Miguel, al tiempo que trabajó como albañil en la construcción de las calles y algunos edificios que conforman hoy el casco histórico de la capital.
Ganando un lempira al día comenzó a trabajar en la Iglesia Catedral de Tegucigalpa barriendo y limpiando el emblemático edificio, y es ahí donde iniciaría su trayectoria y justificada personalidad artística.
“Recuerdo que al tiempo de laborar, una religiosa alemana de un enorme corazón, en 1943, le sugirió al padre Ramón Salgado, mi jefe en ese entonces, una especie de beca artística donde aprendería a tocar piano, órgano y la esencia del canto y la música”, dijo en una entrevista de archivo concedida a EL HERALDO.
Con los años, la suerte seguiría cambiando a su favor; Alrededor de 1968, después de recibir un entrenamiento adecuado por parte del maestro austríaco Johannes Rexies (elocuente músico, que se encontró en un breve paso por el país), con su recomendación el gobierno de Honduras le otorgó una beca para estudiar en Europa.
En 1952 fue admitido en el Conservatorio Internacional de Música Santa Cecilia, en la ciudad de Roma, donde estudiaría una especialidad en canto, lo que se convertiría en su pasión hasta el día de su muerte.
Posteriormente, con una sed insaciable de cultura profesional, enriqueció su bagaje de conocimientos musicales en la Aka de mi ederThea te rundMusik (Viena, Austria), afán que le mereció estudios avanzados de música de cámara (interpretación de Lied), donde perfeccionó el arte. . . del canto, cuya tonalidad vocal fue categorizada como bajo-barítono.
Legado: Figura señera de la música en Honduras
A su regreso a Honduras, en 1954, fue nombrado por el Ministerio de Educación como director de la Escuela Nacional de Música, donde a lo largo de diez años pulió sus dotes en la enseñanza y procuró reforzar la educación musical en el país.
En su música, preciosamente armonizada y levemente digresiva, dueña de una fineza melódica sorprendente, se propuso promover su actividad coral en el país. Desde su dirección en la Escuela Nacional de Música inició la tarea de organizar un grupo coral con voces mixtas, realizando su primera presentación en el Teatro Nacional Manuel Bonilla el 29 de septiembre de 1957.
De ahí en adelante, sus actuaciones se extendieron a lo largo del país hasta llegar al festival de coros de la ciudad de San Salvador, El Salvador, y en la ciudad de León, en Nicaragua.
Años después organizaría el primer Coro de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), el cual inició sus actividades el 9 de agosto de 1966 y realizó su primera presentación en la inauguración del III Campeonato de Baloncesto Universitario de Centroamérica y Panamá.
El maestro Gálvez se consagró como docente de educación musical y lenguas extrajeras en diferentes institutos de la capital. “La música es el factor preponderante en la formación espiritual y estética de una persona”, solía decir.
Descanse en paz, Héctor Gálvez, el eterno caminante de la música y arte en Honduras.